Francis Lawrence, director de las tres últimas entregas basadas en la saga de Suzanne Collins, ha vuelto a unirse a Jennifer Lawrence para llevar a la pantalla lo que sobre el papel podría parecer problemático, pero que en su puesta en escena ha resultado serlo aún más. Probablemente es también la colaboración más ambiciosa, con un rodaje internacional que les ha llevado a filmar en Bratislava, Budapest o Viena por respeto a la historia.
Gorrión rojo se trata de una película de espionaje con ciertos elementos clásicos (el contexto de la guerra fría, la manipulación, los agentes dobles, la sospecha permanente) con alguna, aunque no decisiva secuencia de acción. La protagonista, Dominika, en estado económico precario, con su madre enferma y su carrera como bailarina acabada, a causa de un accidente en el escenario, acepta formar parte de una unidad especial del servicio de seguridad ruso. Se convierte así en un gorrión rojo, expertos agentes que emplean su cuerpo para seducir, manipular y asesinar a sus enemigos.
Las escenas que muestran el brutal adiestramiento de Dominika poseen una gran carga de violencia psicológica y un alto contenido erótico, algo que corría el riesgo de ser muy criticado pero que sus responsables han intentado atenuar mostrando desnudos aún más explícitos de un compañero de academia de sexo masculino.
Un protagonista esencial, durante las casi dos horas y media que dura la película, es la luz. Contribuye a crear esa atmósfera tan particular de intriga e incertidumbre que pesa alrededor de todos los personajes de la película, acompañado de una fotografía y elección de los espacios sobresalientes. También, destaca el reparto de personajes secundarios, entre los que encontramos a Charlotte Rampling, Douglas Hodge, Jeremy Irons y Ciaran Hinds. En contra partida, algunos planos que dejan mal sabor al espectador.
Al final, no deja de ser un blockbuster limitado al público adulto. Sin duda, recuerda un poco a ‘Los juegos del hambre’, chicos y chicas luchando por la supervivencia a base de engañar y asesinar a sus compañeros como parte de un diabólico juego urdido por un régimen totalitario que controla a la población a través de la represión, el odio y la violencia.
Uno de los grandes problemas del film es la ausencia de un marco temporal, nos sitúa como si todavía nos encontráramos en los años del Telón de Acero. De hecho, cuando vemos la película, nos cuesta distinguir en qué época nos encontramos, y si no fuera porque los personajes utilizan teléfonos móviles, estaríamos temporalmente desubicados.
Un film que la da una vuelta al género de espionaje, va más allá de la simple violencia introduciendo el suspense, la intriga y tensión psicológica como los elementos principales. Se atreve a desafiar los estándares de lo políticamente correcto aportando un toque de irreverencia de lo más sugestivo y un discurso muy potente en torno al poder y la manipulación por parte del Estado.
Nuestro consejo, acompañar el visionado con la lectura del libro que encontraréis publicado por la Editorial Lince. El cine y la literatura son artes hermanados y siempre es un placer ver lo que se suman el uno al otro.
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