La tercera edición del Jardín de las Delicias se celebró este fin de semana en la Universidad Complutense de Madrid
El Jardín de las Delicias cierra la temporada de festivales dando la bienvenida al otoño en su mejor edición. Todas las entradas agotadas y un ambicioso cartel que por primera vez nos ofrecía dos días de festival que atrajeron a más de 40.000 personas a la Universidad Complutense de Madrid.
40 artistas de la talla de Leiva, Taburete, IZAL, Rozalén, Marlon, Nil Moliner o Miss Caffeina, entre muchos otros, tocaron en dos escenarios dentro de uno de los recintos más cuidados del panorama festivalero nacional. Tiendas, juegos, puntos para hacerse fotos, decoración, zona de restauración, área de descanso, baños… todo estaba perfectamente cuidado para ofrecer una experiencia más allá de los conciertos. Eso si, por momentos había eternas colas para hacerse con algo de cena pese a la gran variedad de food trucks instalados.
Además, en esta edición el Jardín de las Delicias trabajó comprometido con la sostenibilidad con algunas medidas como lanzaderas gratuitas de autobuses eléctricos desde Moncloa hasta el recinto del festival, parking gratuito para las primeras 50 plazas ocupadas por coches eléctricos, vasos reciclables y gratuitos (siempre que se devolvieran) o barras sostenibles en la que se conseguían consumiciones al devolver diez vasos. Decisiones que desde aquí alabamos, pero que chocan con el uso muy extendido en los festivales de los famosos tokens, esa moneda que te obligan a utilizar, que hay que producir y fabricar, y que luego no se puede reutilizar. ¿Por qué hacen esto? Para fomentar el consumo y jugar con los precios. 1 token nunca es igual a 1€, siempre vale más. Así que cuando te piden 2’5 tokens por una cerveza en realidad estás pagando 7€. Y estos precios tan elevados, sin duda fueron lo peor del festival.
Por lo demás pudimos disfrutar de grandes conciertos en una edición muy marcada por las diferencias de temperatura. Y es que por la tarde se estaba genial, pero al caer la noche el frío viento otoñal obligó a muchos a hacer piña frente al escenario para no congelarse más de lo debido. Desde ya empezamos a contar los días para la próxima edición.
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