La aclamada miniserie de Hulu, adaptación de la novela homónima de Celeste Ng, ya se encuentra disponible en Amazon Prime Video
Un círculo vicioso que atrapa y provoca daños colaterales. “Little Fires Everywhere” es la crónica de una debacle anunciada, donde una pequeña llama es solo el preludio del incendio que cambiará la vida de dos familias –tres, si somos estrictos- para siempre.
La premisa argumental es relativamente simple, al menos en apariencia: en un plácido suburbio del Ohio de los años 90 vive Elena Richardson (Reese Witherspoon), una periodista local que presume de rectitud moral ayudando a mantener el orden en Shaker Heights al mismo tiempo que intenta sacar adelante a su familia. Cuando la enigmática Mia Warren (Kerry Washington) y su hija Pearl (Lexi Underwood) se convierten en inquilinas de Elena, las dos mujeres chocan por su carácter divergente, pero sus cinco hijos se hacen amigos rápidamente y acaban condenadas a entenderse.
Con tintes telenovelescos empapados de suspense policíaco, la historia paralela de Elena y Mia desarrolla una trama muy potente de la que puede extraerse una múltiple lectura social, que reside sobre todo en las subtramas: se abordan temas como la relación de ambas con la maternidad, la apropiación cultural, la banalización del arte, el embarazo adolescente o la gestación subrogada. Más allá de la evidente tensión racial y de clase, los numerosos conflictos del día a día van llenando un vaso que ya estaba a punto de rebosar antes de la llegada de las Warren a Shaker Heights.
Aunque se haya subrayado la poca fidelidad que «Little Fires Everywhere» tiene en muchos aspectos si se toma como modelo la novela de Celeste Ng –en sus páginas no se especifican ni el color de piel de las Warren ni la orientación sexual de Izzy Richardson, y el verdadero origen del incendio con el que culmina la serie difiere significativamente del de la obra literaria- la libertad en la puesta en escena propia del medio audiovisual ha conseguido hacer un retrato milimétrico de los personajes en la pequeña pantalla, mostrando sus verdaderas intenciones, pasiones e intereses, y exprimiendo sus miedos, traumas y frustraciones; todo ello a golpe de fotografía e interpretación actoral. El sexto episodio de la serie, concebido como un flashback de principio a fin, es el mejor ejemplo de ello.
Como decimos, la interpretación de Witherspoon y Washington es sencillamente sublime; resulta imposible no empatizar con los personajes femeninos y vernos reflejados a la vez en Elena y en Mia, en Pearl y en Lexie. Como un golpe de realidad, se nos enseña que no todo es lo que parece, que ni los buenos son tan buenos ni los malos lo son tanto. La máscara tras la que se esconden los protagonistas es un elemento más de esa armadura de cinismo e hipocresía que les ayuda a sobrellevar la vida intentando sentirse menos miserables. Engañarse a uno mismo parece la única solución cuando vives atrapado en una jaula que te asfixia, una jaula que encuentra su reflejo más inmediato en el hogar de los Richardson, donde aspirar a la perfección es una regla no escrita.
El fuego es el desenlace natural de las chispas que surgen por los continuos roces entre personajes, tanto principales como secundarios. Los secretos y las mentiras marcan un camino que se pierde en el horizonte, generación tras generación. La denominada por muchos “la nueva Big Little Lies” ha llegado a Prime Video pisando fuerte y promete no dejar indiferente a nadie. Que el incendio continúe, y que lo haga por todas partes.
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