Entrevista a Sergio Martínez y al elenco de ‘Mapa de Heridas’

Mapa de heridas’ se representará en la Sala Cuarta Pared entre el 18 y 28 de febrero

‘Mapa de Heridas’ se representará en la Sala Cuarta Pared de Madrid entre el 18 y 28 de febrero. La obra, basada en un texto homónimo de Martínez Vila publicado en 2018, busca borrar los límites entre víctima y verdugo para propiciar un espacio incómodo de encuentro en el que las diferencias se anulan.

‘Mapa de Heridas’ es un drama áspero para dos intérpretes (Cristina de Anta y Óscar Oliver), una experiencia escénica de alto voltaje emocional en el que espacio y el tiempo son las piezas de un puzle que se resiste a encajar de una sola forma.

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SINOPSIS

Ana se cita con cuatro hombres diferentes, todos mayores que ella: un jubilado de la construcción, un jefe de almacén, un padre de familia que busca sexo con chicas jóvenes y un divorciado que vive con sus padres. Ellos no se hacen una idea de quién es Ana, pero Ana sabe muy bien lo que ellos le hicieron a su madre treinta años atrás. La violaron por turnos. La dejaron embarazada. Y Ana, que fue el fruto involuntario de ese ataque, creció toda su vida creyendo que el hombre que la había criado era su padre biológico.

Ahora que ha descubierto la verdad de su origen, siente que hay algo que debe hacer con todos ellos. Pero no sabe el qué. Sólo sabe seguir un impulso que tal vez la ponga en peligro. O tal vez el mayor peligro de todos sea el de encontrarse cara a cara consigo misma.

A continuación os dejamos nuestra entrevista a Sergio Martínez, director de la obra, y al reparto de la misma:

Sergio Martínez Vila

¿A qué se debe el título de la obra?

‘Mapa de Heridas’ es la información que tenemos de nuestros antepasados, de nuestra cultura y de nuestra historia: es un árbol genealógico. Repetimos o revivimos lo que pasó a nuestros familiares en el pasado. 

También se refiere el título al cuerpo. Nuestro cuerpo se vuelve un mapa de heridas con el paso del tiempo y la experiencia (y en esta obra el cuerpo) tiene mucha importancia tanto por temática como por el trabajo actoral. 

¿Qué tiene de peculiar este trabajo con respecto a anteriores creaciones?

Sigue una línea temática y formal con respecto a mis trabajos anteriores. Yo trabajo en lugares escénicos en los que se vinculan historias cargadas de violencia y de tensión con una posibilidad de retención y comprensión a través de eso. Lugares híbridos donde violencia y espiritualidad conviven juntas. Trato de explicar cómo la violencia puede llegar a sacralizar y entenderse, no a justificarse ni a minimizar esos impactos en nosotros que son grandes y por eso escribo sobre ellos. El cuerpo, lo físico, e incluso los códigos de la danza y de la performance cobran más relevancia en mi trabajo y de forma inseparable desde aquí. Quizá esta sea mi obra menos cerebral, menos sesuda y más física donde lo que sucede encuentra menos escapatoria.

¿Por qué decides ponerle voz a la violencia de esta manera?

Porque no puedo evitarlo, porque es el tema que más me importa y me duele, porque creo que no ponerle voz a la violencia muchas veces contribuye a legitimarla. Creo que es una forma de neutralizar los efectos de la violencia. No es cómodo y muchas veces puede parecer violento el poner voz a esa violencia. Yo creo que es todo lo contrario, creo que es precisamente muy anti violento. Lo hago con esa intención, no hay ningún ánimo provocador en ello. Es provocador en el sentido en que genera cosas pero, en realidad, el dar voz a la violencia es profundamente terapéutico y es la forma es la que muchas cosas pueden desenquistar o sanar.

El tema en torno al que trata la obra es algo puntiagudo y arriesgado, ¿cómo has logrado tratarlo con respeto y cuidado?

Lo he intentado desde luego. Con mucha conciencia y respeto de lo que los personajes son sin intentar censurarles. Si tratara de amortiguar sus personalidades estaría faltando el respeto. Muchos de los personajes masculinos de la función hieren mi sensibilidad personal pero yo no estaría respetándolos si estuviera intentando censurar. 

Yo creo que no hay nada inmoral en el perdón pero cuando el perdón se trata de aplicar a cierta inmoralidad, hay que abordarlo desde el respeto que merecen las víctimas de la violencia.

No obstante, cada uno tiene que responsabilizarse de  sus propias percepciones. Yo acepto y asumo sabiendo que he tenido un cuidado escrupuloso en ese sentido porque me afecta personalmente. 

¿Sería, entonces, un homenaje a las víctimas de la  violencia esta representación?

Siempre es un homenaje a las víctimas de violencia y en este caso también un homenaje al daño que se hacen a sí mismo los violentos porque esa violencia no simplemente se hace contra alguien sino contra uno mismo también. Esto me parece indiscutible pero no es evidente porque es algo que queda muchas veces silenciado. 

¿Qué esperas que sienta y piense el/la espectador/a cuando salga de la puerta al finalizar la obra y vuelva a su casa?

Quiero que se haya dado el permiso de habitar formas de ver, miradas diferentes a las que tenía cuando entró. Eso para mi sería suficiente.

Desearía que pasaran cosas, no deseo necesariamente que guste el espectáculo. Puede disgustar y eso sería también parte del objetivo de que la obra visibiliza realidades terribles.

Si la gente se siente implicada con lo que está pasando es todo lo que yo deseo. 

¿Por qué eliges a Cristina de Anta y Óscar Oliver para interpretar a los personajes?

Porque son dos actores maravillosos que comprenden muy bien la función, los personajes. 

El personaje femenino está muy modelado en la figura de Cristina de Anta y Óscar aparece después, en un momento más avanzado del proceso; pero yo veo ya en su ductilidad perfectamente cinco identidades en él y hasta cinco mil: él puede hacer lo que quiera. 

Ambos comprenden desde un lugar que no tiene que ver con el juicio, eso es muy importante.

¿Qué tiene para ofrecer la nueva compañía La Madre del Cordero?

Es un lugar escénico de encuentro entre las  diferencias, sobre todo entre diferencias muy insalvables que quizá no existirían de esta forma. Es un lugar escénico potencialmente insólito y sobre todo un lugar ritual en el que ando tratando de trabajar siempre desde el lugar presente. Toda obra de esta nueva compañía va a ser parte de un lugar transformativo, va a tratar de rescatar algo de lo litúrgico; tenemos algo arrinconado en nuestra sociedad y se dirige a ese lugar.

Es un vínculo con lo trascendente e incluso aunque eso genere cierta tensión violenta entre intérpretes y espectadores. 

¿Cómo ves el panorama actual del teatro en estos tiempos que corren?

El teatro se ha visto afectado obviamente. Sin embargo yo soy optimista, no puedo no serlo. No nos podemos permitir no salir de casa y no hacer nada, no podemos permitirnos el lujo de no ver el teatro como algo absolutamente necesario y que tiene que subsistir y que va a subsistir: el público está respondiendo porque necesita esta comunión. 

 

ACTRIZ CRISTINA DE ANTA Y ACTOR ÓSCAR OLIVER

¿Qué os lleváis a la mochila de experiencias del proyecto «Mapa de Heridas´´ ?

C.A: Muchísimo. Para mí este es un proyecto que deseaba hacer desde hace mucho tiempo porque admiro el trabajo de Sergio Martinez Vila y porque siempre he sentido que este texto en concreto quería verlo en escena. Ha sido una evolución personal muy grande con lo que respecta al tema del juicio. Yo, como persona, me he ido dando cuenta a medida que leía el texto de la cantidad de juicios que he podido eliminar. Ha sido un viaje enriquecedor. Para mí es una suerte poder hacer este proyecto porque es un caramelo y me llevo algo muy grande que no voy a poder olvidar. 

O.O: Yo llevo muchas agujetas (Risas). Yo interpreto a varios personajes a la vez y esa experiencia me la llevo yo como actor ya que eso es un regalo que pasa muy pocas veces. Tener que estudiar este tipo de almas te lleva a tener que quitarte peso porque, como decía Cristina, no se puede ir desde un juicio a ningún sitio. El tener que comprender a cuatro criminales y entender su vida y el mapa de heridas que han ido arrastrando me tiene todavía revolucionado. Son personajes inmensos y muy reales y se tiene que seguir hablando de ellos y estudiándoles. 

¿Qué ha sido lo más difícil de interpretar a vuestros personajes?

O.O: Quitarnos los prejuicios. Utilizamos nuestros instrumentos para poner voz y alma y comunicar lo que le pasa al malo más malo y al bueno más bueno. El tema está muy candente con «las Manadas ́ ́ y no pretendemos ir a una polaridad ni a un juicio. Hay personajes más complejos y otros, más abiertos. No queremos contar la historia de un violador.

C.A: Lo más difícil de interpretar a Ana es que no conseguía definirla como mujer. ¿Qué es ser mujer? No tengo ni idea. A veces para agarrar de aspectos concretos definidos y mostrarlo necesitaba asideros y no encontraba. Ana no tiene mucha pertenencia; no se identifica con mucho con ningún tipo de mujer. Está buscando su identidad. Tenía que sentir vacío como actriz. Ana se ve en estas personas con las que se relaciona. En el propio proceso de creación yo iba descubriendo cómo iba siendo mi personaje. Hay 5 Anas en un punto así como hay 5 violadores.

O.O: Ana es diferente con cada hombre que se encuentra, tiene que improvisar. Eso a ella le transforma y se tiene que dejar transformar. No es tanto un trabajo de mesa como en la acción que nos vamos a encontrar.

¿Cómo has podido interpretar a 5 personajes a la vez Óscar?

O.O: Nosotros trabajamos desde una técnica psicofísica, con un análisis de texto. Tengo que diferenciar cinco voces sin transición, yo paso de un personaje a otro en menos de medio segundo. Los actores vivimos una escena de 1 hora y media, los personajes van cambiando en cuestión de segundos. Es un trabajo muy técnico. Van siguiendo, como bien dice el título, un mapa mis personajes.

¿Cómo habéis enfocado o trabajado el tema de la violencia desde el punto de vista de la interpretación? 

O.O: Abordándola desde perspectivas diferentes. Abarcar la violencia no es el problema, el problema es abarcar la psicología ¿desde donde la abarcas? para no hacer un juicio o defenderlo. Yo quiero ponerle voz a este personaje como se le tiene que poner voz a otros personajes.

C.A: También creo yo que el propio trabajo te va desvelando la información. Para mí el arte también es una manera de mostrar lo que no es visible a primera vista, lo que no se puede muchas veces. No es un reto, es un no acabar.

O.O: Cuando un texto está bien escrito tienes que lanzarte a ello porque yo he aprendido mucho de personajes por lo que me encuentro. Lo que se encuentra Ana (a quien interpreta Cristina)  me ha ayudado a construir a mis personajes de manera más profunda. Nos hemos ido encontrando en el espacio, en la herida.

¿Qué esperáis que sienta y piense el espectador cuando salga de la puerta al finalizar la obra y vuelva a su casa?

C.A: Yo espero que se lleve amor para empezar. Creo que esta obra tiene que ver mucho con el amor… Espero que se lleve una apertura en el debate. Lo que me llevo yo es lo que espero que se lleve el público de alguna manera. Una identificación también, a nivel profundo y que se deje impregnar.  Eso creo que es muy valioso sobre todo para evolucionar en estos conflictos que arrastramos desde el inicio de los tiempos y que ahora mismo suponen una situación muy grave. Es un tema que hay que desempolvar. Me gustaría una expansión de límites y que se pueda debatir sin miedo a no ser políticamente correcto, o feminista. Creo que el feminismo es hacerse preguntas sobre si eres feminista o no, también. Deseo una mirada más sistémica.

O.O: No tengo nada más que  añadir. 

 

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