Este diálogo se ha dado en torno a la muestra <Banksy, the street is a canvas>, sobre el misterioso y polémico artista urbano.
Se trata de problematizar, a raíz de la mencionada exposición, las relaciones entre arte callejero, mercado del arte e instituciones culturales.
Participan Fernando Castro (crítico de arte y comisario), Peio H. Riaño (historiador del arte y periodista), Paz Olivares (profesora de la Escuela SUR y periodista cultural) y Eduardo Maura (profesor de Filosofía y político).
Modera Carolina del Olmo (directora de Publicaciones del Círculo de Bellas Artes)
El Círculo de Bellas Artes acoge desde el pasado 3 de diciembre la exposición. En torno a ella se ha creado un interesante debate sociocultural centrado en el street art y en las contradicciones de un sistema que sitúa a uno de los artistas más subversivos y críticos con el capitalismo, en un lugar privilegiado dentro del consumo del arte.
Para dar la bienvenida a este debate ágil pero concentrado, el presidente de la institución, Juan Miguel Hernández León, da paso a una charla con diversidad de opiniones acerca de lo semiótico que hay dentro de la interpretación de la obra de Banksy.
Se lanzan al aire varias contradicciones: ¿qué supone que el arte urbano se museabilice? ¿provoca este tratamiento aurático de las obras un distanciamiento de ellas? Por otro lado, ¿la mercantilización de la obra la contamina?
Para dar respuesta a estas preguntas comienzan interesantes intervenciones de los entendidos. Peio H. Riaño apunta que lo que le fascina de Banksy es su manera de cuestionar políticas culturales, de plantear la cuestión de las misiones de los museos y el hecho de generar un debate al orden del día: ¿para qué sirve el mercado?
Banksy sin duda es creación, destrucción, denuncia y popularidad: así define el señor Castro su esencia provocadora y polémica.
¿Banksy salva museos con su espectacular estrategia de difusión de sus obras? ¿Es realmente un activista comprometido con lo social; es decir, financia con sus beneficios actos sociales?
Paz Olivares por su parte, habla también desde la admiración. El alboroto que levanta el artista se debe, en su opinión, a que se valora su obra separada de los distintos niveles de activación que utiliza para distribuir su obra. Bansky es puro medio, se entremezcla con él: él es de los de Mc Luhan. Es interesante analizar la proyección de su obra no únicamente como mero artista, sino completamente ligada al contexto de la difusión que hace de ellas tanto en las Redes Sociales, Internet, Medios de Comunicación, como en los Museos. Cuantos/as más espectadores/as, más eficaz es el mensaje.
Por otro lado, este hecho vuelve a plantear otro punto de vista, el de la concepción aurética de Walter Benjamin: quien afirma que la obra ha de ser consumida en el aquí y ahora, para que no pierda la esencia. Entonces, ¿esta difusión mediática favorece a que la obra pierda calidad? Puede ser. Sin embargo, está claro, que a día de hoy el arte urbano no se puede cerrar en una galería, pues eso sería desactivarlo.
Durante el debate se puntualiza una clara distinción entre graffiti y arte urbano: el primero como una marca más territorial y el segundo como un tipo de arte relacionado con el entorno, con el generar un diálogo con el/la transeúnte que se para a observarlo.
Con la intervención de Eduardo Maura, se pone sobre la mesa una cuestión interesante: la creación de un nuevo tipo de exposición más tecnológica que reactive a los museos y que suponga modernidad; al estilo Banksy. En cuanto a los pros y contras, se expone que este nuevo tipo de exposición lograría acercar a un público a una «totalidad inmanejable»; pues alguien hace un trabajo de recorte y divulgación para hacer la exposición manejable a un espectador menos entendido. La información, gracias a una exposición más tecnológica (ejemplo: experiencia de arte digital dentro del mundo de Van Gogh) puede tener efectos reguladores, pues el conocimiento llega (tarde o temprano), pero se transmite. Se plantea entonces la cuestión ¿son más igualitarias las exposiciones del tipo Banksy? A lo que Maura responde: «no tanto in situ como lo que se logra generar de ella».
Fernando Castro, por su parte, expone ideas genéricas sobre las que la sociedad debería reflexionar para valorar el por qué el concepto Banksy está lleno de semiótica.
El primer tema que propone es la fascinación que produce el artista en relación a la cuestión de elegir la identidad o el anonimato. Este hecho nos puede remontar a las cuestiones planteadas por el filósofo Foucault acerca de la autoría en las obras. Bansky, concluye, se puede considerar una identidad corporativa. El segundo tema que introduce es el del espacio: ¿calle o museo? El ponente, además, le atribuye el rasgo «mediático» al artista. Opina, que él tiene algo dentro de su interior de periodista, algo que le incita a contar lo que pasa. Es interesante reflexionar también acerca de lo auténtico en su obra, ¿es real o no es real? Por otro lado menciona también la cuestión de la definición de un estilo, lo político que hay en el artista y la dicotomía entre lo obvio y lo obtuso.
La moderadora, rescata una pregunta inicial para concluir con ideas finales: ¿fracasa Banksy en su enfrentamiento con el mercado? ¿Cuál es su relación con el museo?
Aunque las opiniones son diversas, se coincide en que la imagen de Banksy levanta las cuentas de los museos. No obstante, esta sostenibilidad ha de ser consensuada y han de establecerse límites.
El objetivo común es que la calle y el museo han de confluir y seducir a las distintas generaciones a que consuman arte. Hay que romper con estereotipos acerca del arte del museo contra el arte de la calle. Cabría pues, plantearse nuevas maneras para atraer a públicos diversos y colaborar (con ayuda estatal) a crear una comunidad cultural que genere interés global.
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